¿Por qué una novela de la que nos separa más de un siglo y medio conserva su altisonancia intacta? ¿Qué asignaturas de aquel momento de la humanidad siguen pendientes?
Hace casi 160 años, una casa editorial de Bruselas sacó a luz una de las novelas más emblemáticas del romanticismo literario francés: Los miserables, de Víctor Hugo. Muchas cosas han cambiado desde entonces en el mundo: la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, guerras entre reinos y revoluciones político-sociales en Europa, dos guerras mundiales, movimientos civiles, la conformación de sociedades internacionales para la ayuda y vigilancia mutua, una guerra fría con combates en todos los rincones del mundo, conflagraciones político-religiosas en Medio Oriente…
Sin embargo, la vigencia de Los miserables, lejos de extinguirse, con el paso de los días parece incrementarse. Ha sido más veces adaptada a los medios audiovisuales y al teatro que su hermana, la considerada obra cúspide del romanticismo francés, Nuestra Señora de París, y aunque su notoriedad creció con la versión cinematográfica del musical basado en la novela. Y recientemente, la BBC ha estrenado una serie basada directamente en el texto literario original, que ya se puede ver por StarzPlay.
¿Por qué es tan vigente?
Un breve repaso de su trama principal nos puede dar luz sobre la lectura de Los miserables en la actualidad. Si bien es un relato que roba el corazón, en realidad muchas personas se pronunciarían en contra —quizás con odio— de algunas situaciones, personajes y circunstancias de la historia narrada en la novela:
El injusto sistema penal
Un convicto (Jean Valjean) que fue encarcelado por un robo menor hace que lo primero que aparece en la obra sea la situación de los pobres y las desigualdades del sistema de justicia. A ello se debe añadir la mentalidad limitada y cuadrada de un oficial de policía (Javert) cuya obsesión por la letra de la ley genera más injusticias de las que previene.
#MeToo
Una mujer (Fantine) que ya de suyo vive en una posición poco favorecida, que cae en desgracia a causa de haber sufrido el abuso —sin que nadie le crea—, la burla y el destierro de la sociedad, por lo que se ve forzada a ejercer la prostitución, donde vive más engaños y chantajes y, a la larga, se va mutilando y marchitando hasta la muerte a causa de todos los abusos de la gente de clases altas y del sistema de justicia.
Protestas y disturbios
Todas las injusticias ejemplificadas en los personajes de Los miserables, generan una protesta mayormente juvenil en forma de disturbios, que son reprimidos con brutalidad.
Arribismo
Incluso los villanos menores (i.e. los Thénardier) son microempresarios que intentan escalar de nivel socioeconómico a expensas de la gente a su alrededor.
Héroes sin capa
Y entre todo ese vendaval de miseria humana (que da título a la novela), los héroes son simplemente personas que se esfuerzan por ayudar a otro: Aquel ex presidiario que nunca deja de ser perseguido por la ley; un párroco (el obispo Zósimo), que miente con tal de extender misericordia a un alma en desgracia; un joven idealista (Marius) que participa activamente en los disturbios; la prostituta y su hija (Cosette), y un muchachito sin hogar (Gavroche), que es asesinado por la violencia de Estado.
El mensaje
Si tuviéramos que extraer un mensaje de todas nuestras lecturas, la valoración final de Los miserables sería que, en una era marcada por el cristianismo, ésta es, quizás el relato más apegado a los valores altruistas de la era cristiana, sin ser militante y mucho menos apologética.
Es más bien una alerta roja, un aviso de que hemos estado haciendo las cosas mal: El ladrón no es redimido por la prisión, al contrario, lo vuelve más peligroso y audaz. Su transformación no llega gracias al sistema de justicia, sino a la misericordia y al amor, la fe y la amabilidad. En Los miserables, la Ley y el sistema penal sólo acarrean injusticia y muerte.
Todos tenemos un rol en la novela de la vida. Si esa novela fuera Los miserables, ¿en qué lado de la miseria y la injusticia estaría cada uno de nosotros?
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