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CUENTO: ‘¿Qué traemos en los bolsillos?’, de Etgar Keret

  • Categoría de la entrada:libros
  • Tiempo de lectura:6 minutos de lectura

Etgar Keret
De repente un toquido en la puerta
Sexto Piso

Un encendedor, un dulce para la tos, un timbre postal, un solitario y algo torcido cigarro, un palillo, un pañuelo de tela, una pluma, dos monedas de cinco shekels. Esa es una pequeña parte de las cosas que llevo en los bolsillos. Entonces ¿qué misterio tiene que estén tan abultados? Son muchos los que me lo han dicho.

—Pero ¿qué chingados traes en los bolsillos?

A la mayoría ni les contesto sino que me limito a sonreír y, a veces, hasta suelto una risita forzada. Si se empeñaran en saberlo y me volvieran a preguntar, seguro les enseñaría todo lo que traigo en ellos y puede que hasta les explicara para qué necesito tener siempre conmigo todas esas cosas. Pero no insisten. Qué chingados traes, la risita, el angustioso y breve silencio, y ya hemos pasado a otro asunto.

En realidad todo lo que traigo en los bolsillos está ahí intencionada y premeditadamente. Todo está ahí para encontrarme en una situación de ventaja cuando llegue el momento de la verdad. Aunque, realmente, eso no es que sea muy exacto. Todo está ahí para no encontrarme en situación de desventaja cuando llegue el momento de la verdad. Porque ¿qué ventaja vas a poder sacar de un palillo o de un timbre postal? Pero, si por ejemplo, una chica guapa —¿sabes qué?, ni siquiera guapa, simplemente mona, una chica de aspecto corriente pero con una sonrisa cautivadora capaz de cortarte la respiración— te fuera a pedir un timbre, o ni siquiera fuera a pedírtelo, sino que la ves allí en la calle, una lluviosa noche, con un sobre sin timbre en la mano junto a un buzón rojo y te pregunta si no sabrías por casualidad dónde hay una oficina de correos abierta a esas horas, y después tosiera un poco, con una tos producto del frío y de la desesperación, porque ella también sabe, en el fondo, que no hay ninguna oficina de correos abierta por los alrededores, seguramente no a esas horas, entonces, en ese momento, el momento de la verdad, no va a decirte qué chingados traes en los bolsillos, sino que te estará inmensamente agradecida por el timbre, aunque puede que ni siquiera agradecida, sino que se limitará a brindarte su cautivadora sonrisa, una sonrisa cautivadora a cambio de un timbre —yo estaría dispuesto a firmarlo ahora mismo, aunque el valor de los timbre esté al alza y el de las sonrisas a la baja—Tras la sonrisa me daría las gracias y volvería a toser, de frío y un poco también de turbación, y entonces yo le ofrecería un caramelo para la tos.

—¿Qué más traes en los bolsillos? —me preguntaría ella, pero con delicadeza, nada de «qué chingados traes ahí» y sin ningún dejo negativo.

Y yo le contestaría sin vacilar:

—Todo lo que puedas llegar a necesitar, cariño, todo lo que pueda llegar a hacerte falta.Pues ya está. Ahora ya lo sabes. Eso es lo que traigo en los bolsillos. Una pequeña posibilidad de no cagarla. Cierta posibilidad. No demasiado grande, incluso poco probable. Lo sé, que tonto no soy. Una pequeñísima posibilidad de que, digamos, cuando llegue la felicidad pueda decirle «sí» en lugar de «perdón, lo siento, no tengo ningún cigarro/palillo/moneda para la máquina de las bebidas». Eso es lo que traigo en los bolsillos, tan abultados y repletos, la remota posibilidad de poder decir sí en lugar de lo siento.


Etgar Keret (Israel, 1967) es un escritor de cuentos cortos, guionista de televisión y director de cine, considerado el máximo exponente de la narrativa moderna en hebreo. Su obra se distingue por el empleo de lenguaje corriente para contar historias donde la vida cotidiana, el humor negro, el surrealismo, lo grotesco y lo pueril.

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