El próximo 26 de octubre llegará a las librerías de España y, también lo hará, eventualmente, a las de América Latina la colección de narrativa breve de la autora mexicana Laura Baeza, que nos comparte las claves que articulan las piezas de este volumen.
Una fractura, fisura o grieta puede ser un acontecimiento puntual y único. Pero la fragilidad es la susceptibilidad, ya instalada como cualidad, de fracturarse o permanecer fracturado, o de agrietarse persistentemente. La narradora mexicana Laura Baeza (Ensayo de orquesta y Niebla ardiente) utiliza la fragilidad para vertebrar los relatos que componen su más reciente antología, Una grieta en la noche, publicada por la editorial española Páginas de Espuma:
En esta colección, Baeza se ha propuesto mostrar “desde mi idea del arte, que no encasillo a un solo estilo, hasta estas historias, en detalles particulares. Es mirar el pasado a través de una herida donde quizá lo mejor hubiera sido no asomarse, pero es necesario. Siento que todos estamos un poco rotos, agrietados, personal, afectiva y familiarmente, y esto ha sido materia prima para mi escritura. Las historias, aunque funcionan por separado, se tocan de alguna manera a través de las cuales se puede ver lo mejor y peor de cada personaje”.
La familia agrietada
Uno de los temas recurrentes de las narradoras auspiciadas por Juan Casamayor, editor en jefe de la casa editorial dedicada casi exclusivamente a la narrativa breve, ha sido en años recientes el entorno familiar como un ambiente hostil, adverso y esencialmente inseguro, desarrollado por mujeres (Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero, La memoria donde ardía, de Socorro Venegas, etc.), cuya escritura es descrita por él mismo como un puñetazo en el estómago.
Sobre el tema, la autora de Una grieta en la noche dice: “La familia es eso que no pedimos, simplemente llegamos ahí a sobrevivir y, en el mejor de los casos, la experiencia es maravillosa. La mayoría de mis personajes, al menos los que me interesan para darles voz y colocarles la cámara delante, son sobrevivientes de sí mismos, del núcleo, de la familia expandida, de las ausencias o presencias abruptas que son vínculos extraños. Las relaciones entre hermanos son complejas, las genealogías latinoamericanas casi siempre están rotas, cada familia tiene un miembro fantasma, como en anomia, y no podría encontrar mejor definición para las de este libro”.
¿Realidad extrema o terror sobrenatural?
Otro vaso comunicante entre los relatos de Una grieta en la noche es lo insólito o, al menos, lo inusual, como bien lo enuncia la contraportada: “las calles acaban siendo un bucle, las pesadillas [recurrentes…] veladoras y pirotecnias… golpes de boxo y dentelladas felinas”.
“Para mí la realidad siempre está distorsionada —explica Laura—, creo que porque es a lo que siempre le presto atención. Particularidades: una cicatriz, presencia y ausencia, lo roto siempre, eso que descoloca por asombro, porque reconocemos aquello inusual que nos causa temor, ansia, pero solo lo necesario para despertar la curiosidad. De momento no me interesa asustar con un buuu sacado a la fuerza, me interesa más mostrar que la realidad de por sí es insólita, solo hay que abrir bien ojos y oídos a lo que sucede”.
México, la ciudad agrietada
La Baeza nos habla entonces del insólito urbano que es el ambiente de los cuentos que componen Una grieta en la noche: la Ciudad de México: “Comencé a sentirme más yo cuando enfoqué mi atención a narrar lo urbano. La ciudad, esta o cualquiera, puede ser maravillosa y deslumbrante, pero también te engulle, te asfixia, está viva y sobre ella transitamos todos; quedan ecos de los que no están, y ahí entra mi curiosidad por las ausencias de todo tipo. Aquí hubo un lago, una civilización y en siglos el tiempo corrió de prisa, nos dejó fantasmas, huellas en todas
partes. Esta ciudad respira y sus cimientos también; por sí sola es un personaje
fascinante. Ando por las calles, las reconozco, soy flâneuse y de eso se alimenta mi
literatura”.
La grieta que deja la violencia
Al aproximarnos a la obra de Laura Baeza es inevitable una lectura social: la pobreza con sus desigualdades, la violencia con sus feminicidios y desapariciones, la desesperación de quien no tiene nada que perder, los umbrales de la necesidad o los fantasmas de las cicatrices. Esa lectura desde lo colectivo «ahora se afianza un
poco más, porque me inquieta —nos explica—, y en la medida que pasan los años, he dejado de crecer: ahora maduro y envejezco, soy más consciente de dónde estoy, en qué momento, cuánto me afecta. Lo social es violento, abrasivo, con diferencias visibles en estratos marginales y maquillado en imágenes de bienestar, aunque no todo es pesimista, puede haber detalles luminosos que valgan la pena, pequeños pero
resplandecientes”.
Con una escritura experimentada y sólida, de ejecución precisa y capaz de crear la sutilidad de los pequeños detalles, Laura Baeza nos empuja a un mundo oscuro rasgado por fogonazos de violencia y muerte, de pobreza y fracturas. Un detective investiga la muerte de una curandera, el mundo del boxeo como tabla de salvación, la periferia explosiva de las grandes ciudades o la pesadilla de los feminicidios recorren una salvaje Ciudad de México que nos acerca a nuestros propios miedos y terrores.
Suscríbete y recibe nuestros artículos antes que nadie.